“Tuvieron que pasar seis años para que nos volviéramos a encontrar” …
por: Bernardo Ameneyro Esquivel | @nayoameneyro
Con la consigna de decretar que queda Bengala para mucho rato, la banda independiente de rock mexicano integrada por Diego Suárez (Piano y Voz), Amauri Sepúlveda (Guitarra), Jesús Herrera (Guitarra), Marcos Zavala (Batería) y Sebastián Franco (Bajo), hicieron gala de un sonido compacto, visceral y harto emotivo; se nota la maña (experiencia) y trabajo detrás de cada sonido con el respeto implícito por el público de sacar temas con calidad y no nomás por sacar.
Tal vez la clave de hacerse viejo – no digo que ellos lo sean, yo ya casi -, es que las cosas que te gusten te sigan emocionando como cuando las hiciste la primera vez; tal vez esa sea la razón, por la que Diego Suárez, vocalista de la banda, siga fiel a su estilo de no dejar nada para después, se entrega y se desprende de cada una de sus temas; transmite la corresponsabilidad entre músico y público.
Su cualidad interpretativa emociona y contagia; en la mayoría de los temas se nota el oficio de letrista de la banda, dando tiempo y cadencia cuando se necesita y enaltece la historia en los puntos climáticos; es emocional por explotar junto con sus compañeros, en una asociación y complicidad envidiable, cada uno de los momentos importantes del show; no tienen prisa, saben que la fórmula o apuesta de brillar en conjunto tiene su gran recompensa. Ninguno se estorba arriba del escenario, es notorio el respeto entre ellos y por consiguiente al público.
Pasadas las 21:00 horas, cayeron los primeros temas, coloreados de luces robotizadas donde predominaron los efectos contraluz con tonos rojizos mientras el público coreaba de principio a fin “Un millón de estrellas”, “Planeador” y “Vamos otra vez”, de los discos Laberinto, Bengala y Oro, respectivamente que sirvieron de saludo de bienvenida a los fieles seguidores que abarrotaron El Plaza Condesa, uno de los mejores foros de la Ciudad de México por sus cualidades técnicas, la noche del pasado viernes 30 de agosto.
Una vez declaradas las hostilidades, siguieron con la misma fórmula de entrelazar temas por todos conocidos con los de reciente manufactura: “Soñé”; también del disco homónimo lanzado en el 2006, “Horizontes” del nuevo disco Laberinto y de nuevo saltamos en el tiempo al pasado de forma cuántica para celebrar el álbum Oro con: “Elefantes” y “Rey de España”.
Una vez demostrado la relatividad del tiempo, aplicada a la música, continuaron con “Cuarto del Fondo”, “Otra Vez” y “Carretera”, una verdadera joya para los que estábamos presentes; espero y estén conscientes que son justo esos momentos son los que nos llevamos cuando nos lleve la chingada de este Mundo.
Con un bajo mandón, llegaron dos temas de reciente manufactura que ya cuentan con un buen posicionamiento en el gusto colectivo: “Tiempo” y “Enloquecer”, grandes aciertos que cuentan con todo lo básico de un tema de lo que sea que signifique rock, disfrutable ya sea en solitario, en un lugar con calidad de audio inmejorable como El Plaza Condesa o lo que seguramente veremos en escenarios gigantes, de los que acostumbramos en festivales.
A manera de espiral vertiginosa, continuaron con una terna especial de temas: “Cosas Infinitas”, “Tírate”, “Mensaje” y “Cárcel”, era la señal de que nos encontrábamos en la parte final de un concierto que como pocos, por lo menos de lo que se conoce como talento nacional, nos emocionó hasta el tuétano por su calidad interpretativa y detonantes emocionales que provocó reencontrarnos con el pasado donde se consumía música de manera diferente, no existían los algoritmos que intentaran controlar lo que escuchábamos mientras tratábamos de entender lo que significada ser una banda de rock independiente donde la autogestión les permitió crecer en número de fierros o juguetes a una etapa más madura donde se intente balancear emoción con calidad.
Luego de un breve entretiempo, cayeron los temas “Abril O’Neil”, “Déjala ir”, sin duda nuestra favorita del nuevo disco Laberinto y dos temas más de su disco homónimo Bengala: “Miente” y “Mal Incurable”.
Una verdadera chulada que debe poner a pensar a todos los actores directos o indirectos de los que han amafiado la escena del rock nacional.
Nos deja harto tranquilos saber que el contenido y calidad son lo único que sobrevivirá a la maquinaria manipuladora que nos dice qué escuchar, cuándo y dónde.
Los pinches amamos.