El ritual de la unidad.
Por: Bernardo Ameneyro Esquivel
Twitter:@nayoameneyro
Foto: OCESA/Fernando Moguel
9:15 de la noche y toda la banda (15 mil asistentes) ya estaban en sus lugares foliados armando la ola para alivianar la ansiedad; 9:30 se da el bajón de luces y una luz solitaria al costado del escenario ilumina la silueta de Saúl, Sabo, Alejandro, Diego y Alfonso mientras los sigue una cámara que los presenta en las pantallas gigantescas instaladas al frente.
Nos saludaron con un clásico: “El negro cósmico”, que conociéramos con el álbum Caifanes Volumen II, mejor conocido como El Diablito, por lo que pudimos adivinar que planearon lo obvio, tocar todos los entrañables temas de sus 4 producciones.
El set list siguió con otros dos trancazos, “Para que no digas que no pienso en ti” y “Miedo” donde pudimos ver a un Alejandro Marcovich cómodo, empezó a provocar al respetable von sus saltos y sus solos de guitarra.
“Estos lugares se han convertido en templos… no tenemos disco ni video, ni canciones en la radio; lo único que tenemos es la pasión que carece de memoria.”
Con “Cuéntame tu vida” nos reencontramos con un Sabo es la calma y el rostro inmutable de la banda, se le nota un respirare profundo mientras da orden a las armonías de Saúl y Alejandro y potencia de Alfonso André.
Continuaron con otro tema del álbum El Silencio: “Debajo de tu piel” y de nuevo a El Dablito con “Aquí no pasa nada” la primera dedicatoria con tintes políticos, sirvió para pendejear la actitud perenne de los políticos de mierda a los que les importa poco o nada el bienestar colectivo. Mientras, las luces mecánicas bañaban al público sin preferencia alguna, las tonalidades rojas, azules y amarillas recorrían cada rincón del famoso domo de hierro.
Le siguieron “El Animal” y “Aquí no es así” donde la gente festejó lo hecho por Marcovich los primeros acordes del riff permitió que todos conectaran por completo con el público; realmente memorable…
Llego el turno de “Viento” y “Vamos a dar una vuelta al cielo”, un clásico adornado al final por Diego Herrera y su saxofón, sin duda es el que más se divierte arriba del escenario; mientras el maestro Marcovich vuelve a reclamar la atención del respetable con el sonido que lo puso desde el final de los 80 al nivel d elas nubes.
Luego de un breve entretiempo, Diego Herrera enfrentó sólo con su teclado al monstruo de mil cabezas…. parecía el preámbulo de algo grande.. y así fue… Saúl cedió la voz a Sabo Romo con el tema “Fin”, donde presumió un bajo viejo, algo raspado y de cuerdas algo flojas de tanto contar historias.
Siguiendo con la línea acústica, excepto Alejandro, reconocimos “Mariquita” y “Vamos a hacer un silencio”, donde la escuela de Jazz de Diego es notable…
Alfonso dejó la batería para hacerse cargo de las percusiones y Diego le hizo el paro con la guitarra española, para dedicarle el tema de sonido ibérico a su esposa Cecilia Toussaint…
“Ayer me dijo un ave” fue especialmente dedicada a la nueva raza Caifán, los niños y jóvenes exhortados a que se formen en guerreros de sangre… Momento entrañable por donde lo vean.
Los decibelios volvieron a sentirse potentes con el riff de “Hasta morir”.
Saúl salió solo al escenario para contar la historia de un teporocho que defendió su sueño… el amor… lo que lo hizo trascender: “Quisiera ser alcohol”; la voz del recinto era una sola, uno de los mejores momentos de la noche…
ENCORE y Recta final.
Para los imprescindibles… los que desde hace generaciones se parten la madre por México… La Raza . “Antes de que nos olviden”, No hay palabras, simple y sencillamente indescriptible, la hipnosis la complementaba las bolas disco colgadas del domo que jugaban de manera mecánica con velocidades diferentes…
Era tiempo de acelerar por completo el pulso de los presentes, se vinieron los temas más rockeados desde mi punto de vista…“Detrás de ti”, “Metamorféame” y “De noche todos los gatos son pardos”, “Mátenme porque me muero”.
“Perdí mi ojo de venado” creo… solo creo, que jamás la escuché tan ponchada, la comunión con el público era total. Terminando “Los Dioses Ocultos” se despiden… por fortuna sólo es una amenaza…
Reaparecen interpretando “Nos vamos juntos” y “No dejes que”, era el momento de cosechar lo sembrado en las poco más de dos horas de concierto.
Alejandro Marcovich se presenta sólo para hacernos cantar “El Rey” de José Alfredo…
“Afuera”, “La célula que explota” y “La Negra Tomasa” fueron las últimas, la euforia era total.
Las noches como la del sábado nos recuerdan para lo que fuimos hechos, el camino del arte y las alternativas que ofrece como la hermandad, el respeto, el amor e igualdad…
Es la unidad de la que tanto habla Saúl Hernández, ese sentido de pertenencia que nunca nos lo dará ningún mal llamado servidor público y que es nuestro derecho y obligación otorgar y compartirla nosotros mismos.
Enhora buena, estuvo muy, MUY chingón.